Su estación es el verano, su fase lunar la luna llena. La semilla florece, da fruto y madura gracias al calor del sol y a los nutrientes de la tierra.
El Arquetipo de la Madre nos remite a la Gran Madre mitológica, a la Madre Tierra, fuente de vida, útero creador, con capacidad de creación y de destrucción.
Su fase del ciclo menstrual es la ovulación: fase expresiva, amorosa y fértil en todos sus aspectos. Es sensual y encuentra el placer en la unión. Sabe cuidar y cuidarse y marcar límites.
Es Deméter, Diosa griega del cultivo de la tierra, portadora de las estaciones, la madre devota y nutridora, protectora de sus hijos.
Es Yemaya, Diosa yoruba, Madre de las aguas saladas, Madre sin hijos de carne y hueso, poderosa patrona de las mujeres, en especial de las mujeres embarazadas.
Es Afrodita, Diosa del amor, la belleza y la sexualidad. Desea conocer y ser conocida, impulsa lo creativo y lo procreativo, se implica intensamente y apasionadamente.
Es Kuan Yin, Diosa asiática de la compasión, su nombre quiere decir “la que escucha al sonido del sufrimiento del mundo”, personificación de la Madre Divina, sanadora y sostenedora de todas las cosas.
Su rito de paso es el parto, el viaje iniciático de la madre que da a luz y el bebé que sale al mundo.
El arquetipo de la Madre no se limita por supuesto a la concepción de hijos biológicos sino que abarca todo el desarrollo de procesos creativos y toda época de exteriorización.
Nos invita a cultivar nuestra Madre interior y a integrar, en nuestro seno, a la Madre Luminosa y a la Madre Oscura pudiendo así aceptar a la madre real, la humana.